Patricia Vallejo

CRÓNICA: PETER HOOK EN MADRID

¿Quién no ha escuchado a Joy Division? Yo los descubrí en mi tierna adolescencia, cuando aún mis gustos musicales no estaban plenamente definidos. Un día llegaron a mi vida con sus trallazos oscuros y dardos en palabras. Soy plenamente consciente de que son los culpables de que el post punk sea el estilo musical que más me gusta. He pasado horas escuchándolos; horas que sumarían días. Bien en CD, Mp3, en vinilo o tirando de YouTube para ver los videoclips o las actuaciones en directo. New Order llegaron a mis oídos algo después, pero, igualmente, calaron muy dentro de mí. Tanto que no os podéis imaginar el dolor que sentí cuando cancelaron por la lluvia en aquella jornada del Primavera Sound de Madrid, en la que ellos tocaban. Así que, cuando confirmaron que Peter Hook and The Light venían a Madrid con el Substance Tour lo tuve claro: no podía perderme ese concierto.

También os digo que sabía que ver a Peter Hook and The Light no sería igual que ver a los auténticos Joy Division o New Order, por mucho que Hooky haya sido miembro de ambas bandas. En cierto modo lo veía más como un concierto de esos grupos tributos donde ves que las canciones prevalecen sobre los artistas. También deseaba con locura estar equivocada, así que la expectativa estaba tan alta como las nubes.

El 7 de marzo fue un día lluvioso dentro de una semana horrorosamente lluviosa. Estuve puntual en la sala Wagon, haciendo cola con otros asistentes que nos refugiábamos de la lluvia bajo techo, gracias a dios. La Wagon estaba de estreno, el de Peter Hook era el segundo concierto que albergaba. No hay nada bueno que pueda decir sobre la sala. Lo primero el control de acceso súper lento, luego los de seguridad ni cacheaban ni revisaban los bolsos —cosa que me dejó alucinada—. Las chicas, antes de que empezase el concierto, meábamos literalmente a oscuras y, para rematar, al finalizar el concierto no te dejaban pasar al baño porque, según dijeron, ya estaba cerrado. En serio, ¿dónde se ha visto eso? Desde luego tienen mucho que aprender de otras salas de conciertos que también son discotecas, como, por ejemplo, Riviera. Lo de «la oscuridad» fue generalizado durante toda la velada y fue bastante gracioso ver cómo la gente se tropezaba ante un escalón que ni intuía y ver cómo ponían de manifiesto su equilibrio. Pero lo peor de todo fue el precio de las consumiciones: la cerveza en un vaso de tubo mínimo, de esos de las fiestas de cumpleaños de los niños, por seis euros. Y encima de Heineken; lo único que iba rápido fue el ropero. A favor de la Wagon diré que sonaba muy bien, eso sí.

Pero aquí lo que importa es la música. Primero fue el turno de Rebelski, el telonero de la noche y también el teclista de The Light, Doves o Echo & The Bunnymen. La verdad es que, aunque sonaba bien, nadie le prestó demasiada atención. Mientras él tocaba la sala se iba llenando. Alrededor del escenario nos arremolinábamos cuarentones y cincuentones. También había muchos chicos jóvenes, gente que iba sola y también algunos padres con sus hijos veinteañeros. Daba igual hacia donde mirases: todos íbamos uniformados. Bien con la iconografía de Joy Division o de New Order, constatando así que Peter Saville se lo montó muy bien.

Peter Hook and The Light salieron a las ocho al escenario, con rabiosa puntualidad británica, arrancando con Cries and Whispers, enlazando con Crystal después, que, aunque no sea del Substance, siempre ha sido de mis favoritas de New Order. La tercera canción en discordia fue Age of Consent, y con ella fui consciente de que estaba viendo de verdad a New Order y no a uno de esos grupos tributo de los que hablaba antes. Estaba viviendo lo que a mí se me antojaba como un sueño, y empecé a sonreír con una sonrisa de oreja a oreja que me duró toda la noche y parte del día siguiente. Tenía a Hooky, literalmente, frente a frente; en vivo, ya no solo era un videoclip de YouTube, era real. He visto tantos videos de Peter Hook enfrentado y encorvado hacia el público, con el bajo casi rozando el suelo, que me parecía irreal estar viéndolo con mis propios ojos. Reconozco que The Light son una banda bien avenida, sonaban muy bien. Los bajos de cuatro cuerdas se alternaban con los de seis, porque sí, había dos bajos: el de Peter Hook y el de Jack Bates, su hijo. La explicación es sencilla: este instrumento es básico en la música en general, pero más en New Order y Joy Division, y había veces que Hooky, al ser el frontman, dejaba de tocar, pero el bajo no podía dejar de sonar. Eso sí, su hijo le cedía con gusto los solos y partes clave de las canciones donde Hooky se iba a la izquierda del escenario —o su derecha, según se mire—, encorvándose y moviendo el bajo de un lado a otro.

Llegó el turno de Ceremony, muy celebrada por todo el público. Pero, con los primeros acordes, yo solo pensaba en que sí, que es una canción editada por New Order, pero que en realidad es una de las últimas grabaciones de Joy Division, ya que también hay una versión con la voz de Ian Curtis. Y ahí caí en la cuenta de que, en cierta medida, New Order estaba teloneando a Joy Division. Temptation fue uno de los puntos álgidos de la noche, arrancándonos a bailar con su ambiente festivo. Para mi sorpresa, Blue Monday en directo no fue cómo había imaginado. Empezó a sonar acompañada de esas tímidas luces azules al fondo. Es quizá el tema más mítico de New Order, pero en directo… meh. No digo que sonase mal o que no me gustase, pero disfruté mucho más otras. Quizá me pasó como cuando todo el mundo habla de lo genial que es una película o una serie; en mi subconsciente se crea tal expectativa que, cuando yo lo veo, no me parece para tanto. Mítica y quizá no tan celebrada como otras.

Aluciné, eso sí, con la ejecución de The Perfect Kiss, donde David Potts se arrancó a cantar en los agudos ya que, con seguridad, ese registro le queda demasiado alto a Hooky. Y no hablemos de Sub-Culture, por momentos la Wagon parecía una pista de baile de los ochenta. Con Bizarre Love Triangle el set de New Order casi llegaba a su fin, y aquí de nuevo David Potts puso voz a una canción que he escuchado en bucle durante horas. El colofón final, como no podría ser de otro modo, lo puso True Faith. Nunca ha sido de mis favoritas, me gustan mucho más otras canciones, pero esa noche Peter Hook and The Light hicieron que me reencontrase con el tema.

La banda dejó el escenario durante unos minutos y al volver el set de Joy Division dio comienzo con Exercise One. Desde luego que a Hooky le queda mejor el registro vocal de Ian Curtis que el de Bernard Sumner; aquí David Potts no cantó ninguna parte. La gente quizá esperaba más la parte de Joy Division, a juzgar por los brazos en alto y la treintena de móviles que se alzaban para grabar las canciones. Y digo «treintena de móviles» siendo bastante generosa, porque había más con seguridad, pero no me dio por contarlos.

Warsaw o Leaders of Men fueron perfectas, yo agradecí especialmente que sonase Digital, desgañitándome casi hasta perder la voz cantando eso del «day in, day out». Pero me faltaron Disorder y No Love Lost, las había tocado la noche anterior en Valencia y aunque yo me quedase sin ellas se agradece que el setlist fuera algo diferente, tanto en la parte de New Order como en la de Joy Division, y que no sea como esos artistas que noche tras noche dan el mismo concierto una y otra vez como si fuesen unos autómatas.

Con Transmission me pasó igual que en la parte de New Order con Age of Consent, que fui consciente de que estaba viendo a Joy Division en directo. He visto tantas veces el videoclip de Transmission que me lo sé de memoria, pero la diferencia fue que ahora tenía a Hooky tocando en vivo y no solo tras una pantalla de ordenador. Le siguió She’s Lost Control y desde ese momento, a mi alrededor, algunos bailaban desinhibidos con movimientos que imitaban a Ian Curtis. Siguieron con Shadowplay, que no es del Substance y a mí entonces me dio por pensar en la maravillosa versión que hicieron The Killers para los títulos de crédito de la película Control.

Disfruté como una niña pequeña con zapatos nuevos con Dead Souls y la genial intro de algo más de dos minutos, pero la guinda al pastel, para mí, la puso Atmosphere. Siempre he dicho que el día en que me muera, quiero que me entierren sonando esa canción. Y como todo en la vida, el final llega. Love Will Tear Us Apart cerró un concierto que fue apoteósico. Esa noche descubrí que la mente se puede desdoblar, ya que a la vez que disfrutaba de la canción, mi mente simultáneamente iba proyectando el videoclip, con imágenes superpuestas a lo que tenía delante. Veía a Peter Hook y la banda y también las escaleras del local de ensayo de la banda, y la puerta de Madera con la leyenda «Ian C» tallada en ella.

Con Love Will Tear Us Apart dieron punto y final a dos horas cuarenta y cinco minutos de concierto lleno de nostalgia. Durante todo ese tiempo no dijeron prácticamente nada, fueron canción a canción a piñón, enlazando con algún vago y tímido gracias entre medias. Un diez al concierto, a la ejecución y a la inmensa felicidad que sentí al escuchar por primera vez en vivo canciones que me han acompañado durante buena parte de mi existencia. También constaté, en primera persona, la importancia e influencia de New Order y Joy Division en la música, precursores del post punk el synth pop y casi de todo lo demás.

Reconozco también que me esperaba berridos hooligans mancunianos de Peter Hook, al estilo de los que gruñía Liam Gallagher en una época determinada de Oasis. Pero nada más lejos de la realidad. Quizá en Love Will Tear Us Apart sí hubo un berrido generalizado por todos los que estábamos en la Wagon, como si no se pudiese cantar de otro modo ese estribillo.

Las anécdotas de la noche fueron varias: un chico mostrando con los brazos en alto una chupa de cuero en la que había escrito en la espalda «Hate» en letras plateadas; Pero quizá lo más delirante fue que Peter Hook se pasó gran parte del concierto leyéndose las canciones, y pasando con elegancia las páginas, del atril que tenía a su lado.

¿Qué me gustó más? La verdad es que no sé elegir y creo que la siguiente analogía define bien lo de aquella noche: no se puede elegir entre papá y mamá. En definitiva: los sueños se cumplen. Puedo decir que, en cierta medida, he visto en directo a Joy Division. Y a New Order, a ellos también.

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